Tenemos la peor tasa de desempleo juvenil de América Latina

Mi nombre es Rosibel y soy la Coordinadora de Conocimiento en Fundación Caricaco. Me apasionan las Políticas Públicas y creo firmemente en la toma de decisiones basada en evidencia para diseñarlas. Me interesa especialmente cómo los datos y el análisis pueden ayudarnos a resolver problemas complejos de manera efectiva y sostenible.

Uno de los temas que más ocupa mi atención, y en el que enfoco mi trabajo en Caricaco, es el desempleo juvenil. Pues este no solo limita el desarrollo profesional de las personas jóvenes, sino que también tiene un impacto directo en la calidad de vida de sus familias y en la desigualdad social del país.

Una parte central de mi rol es diseñar, analizar y socializar los procesos de aprendizaje de los proyectos activos que tenemos. En particular, estoy enfocada en entender cómo podemos contribuir a reducir el desempleo juvenil a la mitad antes del 2030: qué está funcionando, qué no, qué vale la pena escalar y qué es mejor dejar atrás. Este trabajo comienza entendiendo muy bien el problema: desempleo juvenil. 

Costa Rica se posiciona como una de las economías más dinámicas de América Latina, con un crecimiento del PIB que ha superado consistentemente el promedio regional en la última década —incluyendo un 5% estimado en 2023. Sin embargo, este progreso económico contrasta con una realidad preocupante: las altas tasas de desempleo juvenil.

Este no es un fenómeno aislado. Otras economías de la región con trayectorias de crecimiento similares enfrentan el mismo patrón. En 2023, Costa Rica registró un desempleo juvenil del 24.2%, mientras que Uruguay alcanzó un 26.1% y Chile un 21.9% —todas cifras muy por encima del promedio de América Latina y el Caribe que es de 13.6% según la OIT. Esto sugiere que, incluso en contextos de crecimiento sostenido, existe una desconexión estructural entre el dinamismo económico y la inclusión laboral de las personas jóvenes.

Y en el caso de Costa Rica, la situación no ha mejorado: en el primer trimestre de 2025, según datos de la Encuesta Continua de Empleo del INEC, se reportó una tasa de desempleo juvenil del 24.8%.

Esta disparidad entre crecimiento económico y desempleo juvenil sugiere una desconexión estructural en estos países. En Costa Rica, por ejemplo, la falta de alineación entre el sistema educativo y las demandas del mercado laboral contribuye a que muchas personas jóvenes no encuentren empleo. En Chile, el requisito de experiencia laboral para puestos de entrada y un mercado laboral debilitado desde la pandemia han dificultado la inserción laboral. Uruguay enfrenta desafíos similares, con una tasa de desempleo juvenil que ha aumentado ligeramente en los últimos años. 

Estudiando desarrollo internacional, se puede observar repetidamente cómo el crecimiento económico que excluye a la juventud puede convertirse en una trampa para el desarrollo a largo plazo, esto desde múltiples dimensiones tanto económicas como sociales. 

La exclusión persistente de las personas jóvenes del mercado laboral no solo representa una pérdida de talento y productividad, sino que también compromete la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social. En Costa Rica, por ejemplo, la alta tasa de desempleo juvenil pone en riesgo la viabilidad futura de las pensiones, ya que la falta de cotizaciones de estas personas afecta directamente la financiación del sistema. Esta situación se agrava aún más si se considera que el país enfrenta un proceso de inversión de la pirámide poblacional: cada vez hay menos personas jóvenes en proporción, y más personas adultas mayores que dependen de los aportes del sistema. Si quienes deberían estar ingresando al mercado laboral no logran insertarse en empleos formales y estables, el modelo solidario de pensiones se vuelve insostenible, lo que pone presión no solo sobre el sistema previsional, sino sobre la cohesión social y económica del país en el mediano plazo.

El desempleo juvenil prolongado también puede generar efectos negativos duraderos en la economía. Estudios indican que jóvenes desempleados por más de seis meses antes de los 30 años tienen una mayor probabilidad de enfrentar desempleo recurrente e intermitente a lo largo de su vida laboral. Esta situación no solo limita su desarrollo profesional, sino que también reduce el potencial de crecimiento económico del país al desaprovechar una parte significativa de su capital humano.

Además de sus efectos económicos, el desempleo juvenil sostenido genera consecuencias sociales graves. En muchos casos, lleva a que las personas jóvenes abandonen por completo la búsqueda de empleo y queden fuera tanto del sistema educativo como del productivo. Esta desvinculación aumenta el número de jóvenes que ni estudian ni trabajan (ninis) y los expone a trayectorias de riesgo asociadas a la exclusión social y la violencia. En el caso de Costa Rica, esta realidad se refleja con fuerza en la cobertura mediática, donde casi a diario se reportan hechos violentos que involucran a personas jóvenes, ya sea como víctimas o como responsables.

Desde una perspectiva de género, la situación es aún más compleja. Muchas mujeres jóvenes que no estudian ni trabajan lo hacen por asumir responsabilidades de cuido no remuneradas, lo cual limita su autonomía económica y perpetúa desigualdades estructurales que no se resuelven solo con acceso a empleo, sino con condiciones habilitantes para sostenerlo (que de esto segundo podríamos escribir otro blog en el futuro). 

La realidad que demuestran estos datos es la razón por la cual, desde Caricaco Fundación, nos dedicamos casi exclusivamente a atender a la población joven. Si queremos tener impacto verdadero y sostenible en el tiempo, debemos enfocarnos en una población a la vez, y los datos demuestran que las personas jóvenes deben ser la prioridad. A través de Acelera, ponemos a disposición de esta población créditos, avales y becas para que tengan la oportunidad de estudiar y también financiamos formación técnica pertinente a través del modelo innovador de pago por resultados.

Entendemos muy bien que las capacitaciones o las becas se quedan cortas para alcanzar la meta de disminuir la tasa de desempleo juvenil a menos de la mitad para 2030. Por esto, en nuestro programa “Grants”, brindamos fondos no reembolsables a organizaciones sin fines de lucro que estén cubriendo (de manera innovadora, sostenible y de impacto) las otras aristas en el juego de la educación para el empleo: herramientas de alerta temprana de deserción escolar, creación de bolsas y ferias de empleo, inclusión e igualdad de condiciones para jóvenes de zonas rurales, etc.

Atender la problemática de desempleo juvenil no es una tarea fácil, pero desde Caricaco Fundación, estamos trabajando para que los programas de empleo sean más efectivos, y así, poder nivelar la cancha para quienes más lo necesitan. Si no lo hacemos, estaremos comprometiendo el futuro del país y dejando atrás a una generación con enorme potencial.

Pura vida,